ISCA nació de la preocupación medioambiental de una familia del municipio de Ijuí, ciudad situada al noroeste de Rio Grande do Sul. Cuando era adolescente, Agenor Mafra-Neto se sentía molesto por los informes que oía sobre la toxicidad de los insecticidas tradicionales utilizados en la región.
Pensó que era necesario encontrar una forma de proteger los cultivos sin causar daños a la salud humana y al medio ambiente. Sus padres ya tenían una larga historia de defensa de la naturaleza.
Artista plástica, su madre, Inge, llevó esta preocupación a sus lienzos, que mostraban la exuberancia de formas y colores del mundo vegetal. Su padre, Ben-Hur, estaba comprometido en la lucha medioambiental como abogado y activista social.
Cuando Agenor, que ya investigaba semioquímicos en Estados Unidos, propuso crear la nueva empresa, sus padres la aprobaron con entusiasmo. Creían que era la oportunidad de contribuir decisivamente a la agricultura sostenible.
ISCA pronto empezó a ofrecer a los productores soluciones limpias, eficaces y económicamente viables contra las plagas agrícolas mediante la biocomunicação. Es la ciencia que defiende los cultivos y el medio ambiente.