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UNA EMPRESA AL LADO DE LA NATURALEZA

La gran innovación de los productos de ISCA es que utilizan sustancias que se encuentran en la propia naturaleza -los semioquímicos- para combatir los insectos que dan lugar a las plagas agrícolas. A diferencia de los insecticidas tradicionales, que utilizan elementos nocivos para el medio ambiente.

ISCA extrae de la naturaleza los compuestos químicos que utilizan los insectos y las plantas para comunicarse, los semioquímicos.

En la agricultura, la biocomunicación contribuye al proceso de polinización y al equilibrio entre las distintas especies, controlado por sus enemigos naturales. El problema surge cuando se dan las condiciones favorables para la multiplicación de una sola especie y se rompe la estabilidad natural.

Los semioquímicos atraen a las abejas para que polinicen los manzanos, contribuyendo así al desarrollo de la planta.

Los productos de ISCA son capaces de restablecer el equilibrio anterior. El uso inteligente de semioquímicos permite crear trampas que ahuyentan a los insectos dañinos de las plantaciones o dificultan su reproducción.

RESPETO POR EL AGUA

MEDIO AMBIENTE
POLINIZACIÓN

La agricultura consume el 70% de toda el agua utilizada en el planeta, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Los investigadores advierten de que el uso intenso de este recurso en la agricultura amenaza la capacidad de los manantiales y perjudica su calidad, ya que muchos están contaminados por pesticidas presentes en el agua desechada.

La preservación del agua es uno de los grandes retos medioambientales de nuestro tiempo. Al no necesitar agua para su aplicación, los productos de ISCA contribuyen a una producción agrícola sostenible. Para hacerse una idea de la magnitud de esta contribución, basta con tomar el ejemplo del algodón. Los productores que utilizan las soluciones de ISCA pueden eliminar hasta dos aplicaciones de insecticidas tradicionales cada temporada.

Un cálculo rápido da una idea de lo que esto significa.  Una aplicación de insecticida requiere el uso de 200 litros de agua por hectárea. Dado que el cultivo de algodón en Brasil ocupa 1,5 millones de hectáreas, esto significa que una reducción de dos aplicaciones por cultivo ahorraría 600 millones de litros de agua.

En el caso de la soja, que se cultiva en 39 millones de hectáreas, la reducción de una sola aplicación de insecticida por cosecha bastaría para ahorrar 7.800 millones de litros de agua.

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